Nacen en la intimidad de un despacho
se nutren de la inmadurez de los otros
y se hacen hombres en asambleas, congresos
y platós de televisión.
Rondan a jefes enfermos,
enfermos de egolatría.
Jefes que perdieron el norte allá en el sur
que sus activos se los llevo una alud
ladera abajo junto a la nieve fría.
Yo los cuento para poder dormirme,
un jefe, un pelota, dos jefes, dos pelotas...
así hasta llenar rebaños de Ilotas
lamerán de la mano del amo su alpiste
¡Cortesanos! Nos rodean las cortes,
las intrigas de las cortes del siglo de oro,
en un siglo XXI que abortó a su Quevedo,
que no dejo vivir a Cervantes
Y a Lope le puso silla en diputación.
En la puerta del despacho:
"Se admite pelota"
Tomé mi currículum y me puse a la cola,
ensayé poses, elogios, alagos.
Entré, genuflexo besé su mano
y le hablé de las injustas críticas
que por los pasillos aireaban subalternos
de lo bueno que era su plan de desarrollo,
de lo bien que dirigía
de lo bonitos que eran sus ojos
de lo bien que mezcla los colores
de lo acertado que estuvo en su última diatriba.
Creo que el puesto es mio,
me lo merezco, lo vi en el brillo
de sus ojos cuando le sonreía.
Adolfo Lisabesky
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