lunes, 28 de mayo de 2012

Se tantas cosas que ya no soy feliz.

Se tantas cosas que ya no soy feliz.

Conozco el blanco y negro de la miseria,
los sones cansados del miedo,
los oscuros caminos de la mentira,
los tramposos recuerdos del pasado,
la misteriosa mano del desencanto,
la corta vida de la utopía,
los valles donde habita el deseo,
el complejo laberinto de la existencia,
la delgada gama de colores,
la transparente alma del compañero,
los caminos que llevan a los cementerios,
el mar donde se ahogan los sueños.

¿Podré olvidarlo todo y volver a ser inocente?


 Adolfo Lisabesky




sábado, 26 de mayo de 2012

Los Juncos (Cartagena) 1975

Era muy niño, los recuerdos
podrían ser los de mi hijo.
Muchos están ya muertos,
y durante muchos años el río
de la vida hizo de las personas
seres extraños, sólos ante el frío.

El barrio...mi barrio, juegos,
dunas rotas y reencuentros.
La vida ayudada a ser vivida
por el amigo, la escalera, la vecina.
Los portales lugar de encuentro
la mano franca, el día un reto.

Los pasteles y helados más dulces,
las fiestas y los juegos más divertidos.
Tenía plazas mi barrio, niños mal vestidos,
y coches que desafiaban los chutes
de jóvenes atrevidos y niños deportivos.
El Barrio, lleno de sábados y vacío de lunes.

Dejé el Barrio o el barrio me abandonó.
Edificios limpios, oficinas, colegios privados.
Todo olía a...nada.  Hombres reservados,
mujeres finas y niños limpios con buen olor,
bien vestidos. Ya no se olían los guisados,
ni las hogueras. Todos los juguetes rotos

Adolfo Lisabesky


 


miércoles, 23 de mayo de 2012

El fuego

Hacer de mis versos, ceniza.
Pira de octasilabos mal rimados,
endecasilabos fracasados 
y rimas débiles, enfermizas.

Que ardan pegados a otros,
fundidos con los versos
de León Felipe, eternos,
valientes, maravillosos

Ascuas poéticas, rojas.
Como el atrallente rojo
de burdeles donde se folla.

Elevados por el viento
durante unos segundos.
Luego recuerdos, sólo recuerdos


Adolfo Lisabesky






martes, 22 de mayo de 2012

Taciturnos

Que lentas caen tus manos
sobre tus pálidas mejillas.
Callada, hundida en tu herida
lo culpas a él, a tí, a tantos
por tus melancólicos llantos.

Callas, confiada en tu silencio
y sólo oyes el sonido del viento.
Él, cansado, aunque atento,
perdido, ha puesto precio
al tesoro común ¡Qué necio!

La defensa de vuestras mentiras
cobró desorbitadas minutas.
Sin dinero, nadie os fía.

Y sentados esperáis el estridente
sonido del reloj de pared.
Dong, dong... fatídico, casi hiriente.

Adolfo Lisabesky







lunes, 21 de mayo de 2012

El Estado de los Recortes


Mañana soltaré la tiza
¿Que será del aula sin nosotros?
Espejo de todos los rostros
que fuimos niños en sus días.

Mañana gritaré los susurros
de los que no alzan su voz.
Multitud de voces dirán ¡No!
Sus tercas presencias darán fruto.

Cuando la noche todo lo cubra,
cuando el sueño se abra paso,
ataré mis actos a mis dudas.

Cuando el grillo que anida
en mi alma rechine sus patas,
su melodía será mi amiga.




Adolfo Lisabesky

lunes, 14 de mayo de 2012

O todo o nada


¿Donde están los hombres justos?
¿Quién fue el último hombre que gritó?
¡Justicia!
Ya no oigo su eco, solo ruidos sin sentido.
Veo la sombra tenebrosa de la avaricia,
su dedo huesudo me señala ¡Culpable!
Mis hermanos quieren derribar
tanta estulticia
que camina sobre las alfombras donde
el hombre abre las carnes del hombre
y saborea las delicias
en las entrañas de su hermano.
Come y muere.

Si el hombre no quiere ser el hermano
del hombre será su asesino.
Cuando muera el hombre a manos
del último hombre, su asesino,
recordará la voz ancestral de Caín:
"¿Acaso soy el guardián de mi hermano?"
Nadie conocerá a sus hijos,
los hijos no reconocerán a sus padres
y el mismo Dios olvidará
que un día aquello fue el Jardín del Edén.


Adolfo Lisabesky

viernes, 4 de mayo de 2012

Soledad


Primero fueron a por los inmigrantes
yo aunque lo era no lo parecía.
Luego fueron a por los provisionales
y yo era fijo o eso creía.

Mas tarde señalaron a los más viejos
yo era joven y no tenía porque temerlos.
Después persiguieron a los enfermos
me tomaba por sano en manos de expertos.

Por último fueron a por mi
me encontraron asustado y escondido
sin saber que hacer o que decir.

Quise hacerles frente, luchar.
Pero no había nadie, estaba sólo.
Nadie que pudiera calmar mi dolor.


Adolfo Lisabesky.

A Martin Niemöller


martes, 1 de mayo de 2012

¡Ayudarme a maldecir!


Malditos los pinceles en las manos
de pintores que pasaron de hombres
a genios y olvidaron los temores
de los que antes fueron sus hermanos.

Malditas las blancas batas
de médicos que antes juraron
por Hipócrates y después dejaron
de ser hombres para ser negras ratas.

Malditas las enyesadas tizas
de maestros que olvidaron el día
en los que ellos eran el niño en listas
de otros maestros que nada permitían.

Malditas las elegantes corbatas
de alcaldes, presidentes o ministros,
ya no recuerdan los ingenuos latidos
que les permitieron anudarlas.

Malditos...y maldito yo.
Impávido, paseo mis versos
por los estrechos senderos
donde todos los días muero. 

Adolfo Lisabesky

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