viernes, 19 de abril de 2019

El camión de la versura

Desde las piedras

Si las piedras no hablaran
tú y yo conservariamos nuestros oídos,
sin el sueve roce del guijarro en el río,
sin la avalancha de piedras sobre
nuestras infantiles cabezas,
sin el pálpito sensible
de nuestra última visita a Roma,
sin en el monólogo
del monolito atravesado frente al cine,
sin la verborrea de las piedras
que insisten en avergonzarnos:


No sois los primeros enamorados,
ni seréis los últimos.

Tú y yo conservariamos nuestros oídos


Sigo perdiéndome

En la derrota uno reconoce
la oportunidad,
oportunidades que pasan
y hablan:
De la virtud, del tiempo, en una ola
que el viento arrastra a los pies
          de un niño
que jugaba a construir castillos de arena.


Una vez que el castillo
no es mas que un recuerdo,
se acumulan fotos traslúcidas,
duendes que corretean por los pasillos
llenos de obstáculos,
risas que asaltan la temprana melancolía.

Perder no es mas que reconocerse vivo
ganar, supongo, debe ser
tres cuartos de lo mismo.



Morir todavía

Muere el salmón en el río,
Muere el río en el mar,
Muere el mar en la costa,
Muere la costa en el cielo,
Mueren en el cielo tus sueños.

Arítmico

Es inevitable, un poema tiene que tener versos,
Sucesivos intentos frustrados de ritmo
como en la vida se tienen
intentos frustrados de vida.

En boca cerrada no entran besos

Bésame, mientras que en otros labios
gastan sus ultimas gotas de amor
en proposiciones banas,
tú, bésame.

Hazme callar, sin preguntar,
coloca tu lengua, justo donde
callan los sentimientos,
donde se fabrican los sueños.

Bésame, mientras los gritos
del mercado, anuncian frutas podridas,
hazme callar, y deja que tu mano
sea lo último que mi boca reconozca.

Cabalgan los jinetes apocalípticos sobre mulas cojas 

Por la mañana rebuzna el asno,
y una hiena madrugadora
              se sonrie.

No hacen siesta los jabalíes,
tienen que hocicar en el vertedero,

miran las piernas del jornalero
con evidente deseo.

Hiena, asno y jabalí
cantan canciones para preparar
nuestro funeral.

Mientras, hacen cuentas
los intelectuales,
firman en las paredes
sus deudas matinales.

Me cuenta un amigo marinero
que no es para tanto,
que todo es mentira,
que la mar está en calma.

Desde la terraza
un barco pirata
se acerca,
con un twieter entre sus dientes.
Las bestias de mi casa
compraron a Trump su Franquicia.

Carta a una antigua amiga

Los días que ocultan otros días,
las noches que brillan con luz propia,
el tedio que dejó de aburrirme, lo suficiente.

Lo suficiente para olvidar el destino de las miradas,
esas estrellas de luz ocultas por el misterio.


Por lo demás, todo sigue igual,
el sótano sigue sin recibir su merecido,
y la azotea limpia, impecable, sigue mirando el mar.

No siempre escupo hacia arriba,
pero cuando lo hago,
recibo mi merecido.

Ya está bien de rotar,
para volver a decirme a mis espaldas,
lo salvaje que es el precipicio.

¡Canta alto! hasta que las nubes
nos devuelvan la mar
que nos robaron, mientras nosotros
nos mirábamos sin medida.


Adolfo Lisabesky


viernes, 5 de abril de 2019

La ayudó a morir porque la quería

No la mató porque era suya,
no era de él ni de nadie,
él la quería y ella le correspondía.

Se conocieron vivos,
como es menester,
se hicieron grandes amantes,
de los de corazón
en el tronco del olmo seco,
de los de la pupila brillante,
de los de la mano temblorosa,
                     ya me entendeis,
amantes por encima de las monotonías.

Su pulso se hace grande,
en cada fotograma de despedida
y el de ella se reserva
el temor a las represalias
de un estado
que desconoce las claves del amor.

Adolfo Lisabesky (Ángel recibió los pésames en la cárcel)

La sexta ARV


Me gusta