lunes, 7 de marzo de 2016

Y todo es vanidad (con permiso del gran Krahe)

No tenemos remedio,
los que escribimos en hileras,
no tenemos remedio,
ni tenemos perdón.

Que el mirlo
cante mi espera,
que el acebuche
de sombra al caminante,
que el cantar de tu canto,
no sea un canto vacío,
que el mirlo
no muera de sed.

No, no tenemos perdón,
imaginar que podemos glosar,
un amanecer, un crepúsculo,
los días pares, tras los impares,
no tenemos remedio,
tender puentes,
sobre ríos secos,
mirar el mar,
como si fuera el cielo caído,
darnos de bruces con las estrellas,
o caer en el sueño
de unas caderas,
de unas mejillas,
o de los pechos confirmados
en los redondos pezones
      de sus cumbres.

¿Quién creemos que somos?
Un orangután
que en lugar de metralleta,
pusieron en su mano,
un teclado,
un bolígrafo,
o la mínima expresión
         de un esmarfón.

A veces me sueño en Oslo,
con un discurso a medio camino
del de Gabo y Svoroska,
medio poláco, medio latino.
Mientras una multitud
de suecas y algún sueco,
me levanta en hombros.
Entre el patio de butacas,
alguien grita a la familia Real Sueca.
¡La oreja, la oreja!

Me palpo a ambos lados de mi cabeza,
me llevo la mano,
al recurrente rincón,
                        y despierto,
 entre estúpido y contento.

 Adolfo Lisabesky


martes, 1 de marzo de 2016

Pactos

¿Qué sería de la comunicación sin la palabra?
Solo nos quedarían los hechos,
sería todo mas fácil, hechos
                             y algún leve gruñido.

Hoy habla Sánchez,
a unos les pareciera gruñir,
a otros sus palabras dulce ambrosía,
y a muchos, huérfanos de hechos.

La palabra, bastan las vocales,
y alguna que otra consonante,
sazonada con una alguna regla ortográfica,
para construir castillos en el aire.

Hoy Sánchez no quería hacer castillos,
que si un palacio en la Moncloa.
Pero los españoles se arrancaron los oídos,
y ya solo ven castillos reales,
como ese de Velez Blanco que compartimos
con el museo Metropolitano
                                   de Nueva York.

Somos generosos los españoles,
damos castillos a aquellos que no tienen,
y generosos pactos a partidos emergentes
con carpetas de lujo,
con un brillo de exitosos directivos.
El hecho en sí, es tan poca cosa,
si no se adorna con una sonrisa,
una palabra, un dulce propuesta de desencuentro.
Y aquí estamos
esperándolos en la puerta,
como cuando niños,
en aquellas salidas tumultuosas,
de sangre y arena,
en las que nunca me gustó participar.

¿Que le dirás mañana Pablo?
Dilo fuerte, alto, desde Almería,
no se oye nada bien los que habláis
                        por Madrid.
Dicción como aquellos actores de teatro,
¿No aprendiste teatro en la facultad de políticas?
 
Qué mala suerte Pablo,
ahora te vendría muy bien,
someterte a la palabra,
practica el aforismo tuitero,
diles algo como:
"Para este viaje no hacían falta alforjas"

Adolfo Lisabesky




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