domingo, 24 de noviembre de 2013

Adolfadas VIII

Me quieren tapar la boca con dinero,
y no se si quieren que lo escupa
o quieren que lo trague con deseo.
En esto, el poderoso su tiempo ocupa.

Cuando un mensaje llega a mis manos,
dentro de una botella, en cómodo engranaje,
observo el envase, la calidad del acristalado,
si es de mi gusto, leo entonces el mensaje.

Entre la calidad y la cantidad, la calidad.
Inmersos por inmensas marcas higiénicas,
de ese papel que limpia la adversidad,
me decanto por la sensibilidad ecléctica.

Muerto Rocinante, no hay caballero andante,
es tan ancha La Mancha, que sin caballo
no vale la pena deshacer entuertos.
Sentado en un bar de plaza antigua, descanso.

Se me cae el alma a trozos
cuando por mi boca muere un amigo.
Enfermaría mi cuerpo de apatía
si de mi boca nacieran cantos florales

Le vale al poeta su vida poética
si en un verso, triste verso
consigue desflorar su alma,
es por eso que mi retiro tarda.

Ayer salí a la calle y no encontré mi coche
asustado recorrí los pasos dados,
Me encontraba sólo y sin coche,
olvidé mis pies y la luna sobre la noche

“Por una mirada un mundo”
en cambio hay miradas que matan.
A mí más que ruines mundos
quiero morir por ojos que se clavan.

Adolfo Lisabesky

 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Extraños

Extraños, después de los paseos por el parque,
somos seres extraños.
Después de las sesiones en el cine, extraños.
De nada sirvieron los proyectos a medias,
somos extraños.
Pensé que tu imagen se mostraría clara,
cada día es más difusa.

Somos tan extraños, que nuestro recuerdo
entraña este extraño poema.

Adolfo Lisabesky


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Desnudez

Desnudo, estoy desnudo.
Ayer en el último verso
cayó mi última prenda.
Y ahora estoy desnudo.

Caen mis versos como hojas
de árbol caduco y seco.
Y ayer cayó la última rosa.
¿Llegará la primavera al cielo?

Es mi cuerpo, cuerpo desvencijado,
son mis versos prendas humildes,
humildes como la última luz del verano.

Y en este invierno frío,
mi alma no tendrá versos,
humildes versos, donde cobijarse

Adolfo Lisabesky



domingo, 10 de noviembre de 2013

Al-Juarizmi

De Bagdad el mas sabio,
visitaban eruditos,
bebían de sus labios
el agua de los ríos.

Él buscaba las estrellas,
maldecía las nubes,
maldecía las reglas
de los días azules.

¡Al-Juarizmi, Regresa!
Le gritaban sus discípulos.
Sólo el fulgor de la estrella,
los números parecían ridículos.

Atrapado en un harem estelar
rompía los relojes de arena
que restaban del día, la noche
en una insufrible espera.

Adelantó día a día su visita,
minuto a minuto robó
del día segundos de su vida.
Y al fin, la mañana huyó.

La poesía le pareció poco
para tan grandes amadas
un lenguaje nuevo,
números y letras derramadas.

Murió ciego Al-Juarizmi
por el sol de la mañana,
navega su alma enamorada,
flota junto a estrellas enlutadas

Adolfo Lisabesky



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