¿Donde están los hombres justos?
¿Quién fue el último hombre que
gritó?
¡Justicia!
Ya no oigo su eco, solo ruidos sin sentido.
Veo la sombra tenebrosa de la
avaricia,
su dedo huesudo me señala ¡Culpable!
Mis hermanos quieren derribar
tanta estulticia
que camina sobre las alfombras donde
el hombre abre las carnes del hombre
y saborea las delicias
en las entrañas de su hermano.
Come y muere.
Si el hombre no quiere ser el hermano
del hombre será su asesino.
Cuando muera el hombre a manos
del último hombre, su asesino,
recordará la voz ancestral de Caín:
recordará la voz ancestral de Caín:
"¿Acaso
soy el guardián de mi hermano?"
Nadie conocerá a sus hijos,
los hijos no reconocerán a sus padres
y el mismo Dios olvidará
que un día aquello fue el Jardín del
Edén.
Adolfo Lisabesky
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