martes, 1 de mayo de 2012

¡Ayudarme a maldecir!


Malditos los pinceles en las manos
de pintores que pasaron de hombres
a genios y olvidaron los temores
de los que antes fueron sus hermanos.

Malditas las blancas batas
de médicos que antes juraron
por Hipócrates y después dejaron
de ser hombres para ser negras ratas.

Malditas las enyesadas tizas
de maestros que olvidaron el día
en los que ellos eran el niño en listas
de otros maestros que nada permitían.

Malditas las elegantes corbatas
de alcaldes, presidentes o ministros,
ya no recuerdan los ingenuos latidos
que les permitieron anudarlas.

Malditos...y maldito yo.
Impávido, paseo mis versos
por los estrechos senderos
donde todos los días muero. 

Adolfo Lisabesky

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