Nunca me he tomado
demasiado en serio,
tal vez esa sea mi pequeña virtud.
¿Como tomar en serio,
mis lecciones?
las continuas intentonas
de dar un hueco a las mates,
entre los juegos infantiles.
¿Y mis discursos?
Diatribas que emito,
en cuanto el auditorio baja la guardia,
despliego un folio, timbreo mi voz,
mi mano temblorosa espera no ser
observada.
¿Y que decir de mis bromas?
chistes, esperpénticas anécdotas,
que algún amigo vuelve oír una y otra vez,
lo hacen-pobres-con una sonrisa entre
los labios.
¿De mi, que decir?
unos ojos ojerosos de ocre color,
el pelo que aparece donde no quiero,
y desaparece de donde tanto lo estimo,
mi barriga que viene y va
como las olas del mar.
De mis poemas, que a veces releo,
y en una decidida voluntad de hacer frente
a este otro yo,
que aporrea un teclado,
mientras los otros huyen,
o bajan la cabeza.
Estos personajes tan mal trazados,
en unos argumentos que pierden fuerza
en cada página,
pero que tendré que aguantarlos
hasta el final del libro.
Adolfo Lisabesky
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