Dices que el mundo se acaba,
te veo empeñado en estirar la vida,
como un chicle,
lo que ocurre es que lo tienes pegado
en la suela de tus zapatos.
Hace días que solo veo tu sombra,
tus señales de vida cedieron lugar
a una sombra alargada, nada misteriosa,
tus ojos ocultos en esa capa negra
de una sombra tenebrosa
que no es ni sombra de lo que eras.
Y aunque mis manos busquen en tus dedos
la suavidad de tu piel, solo encuentran
siesta, sueño y muerte.
¿Qué mas puede dar una sombra?
Ni siquiera sombra, en el desierto de la estupidez.
Adolfo Lisabesky
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