¡Ay Don Quijote! ¡Qué harto estabas!
de ver los gigantes que se esconden
tras dóciles molinos de viento.
¡Qué harto estabas Don Quijote!
de guardar armas, vida, y esperanzas,
a solas con un Sancho,
a veces descreído, a veces sorprendido.
Y en tu búsqueda la tiara de la cordura:
Un Barbero, un Bachiller y un Cura.
¡Qué harto estabas D. Quijote!
de ver la violencia de los hombres
escondida en la mansedumbre de un rebaño.
¡Qué harto estabas Don Quijote!
Tus versos de Amor fueran devorados
por Aldonza Lorenzo,
mientras Dulcinea del Toboso
moría consumida por la angustia
de la desesperanza.
Al salir de casa rumbo a las estrellas,
creíste que Rocinante,
no se cansaría nunca,
que el alma de los caballeros viejos
era infranqueable y que tu voz
retumbaría en el valle de los siglos
como un eco salvador.
¡Qué harto estamos Don Quijote!
Adolfo Lisabesky
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