Leo mis poemas con voz engolada
en mi soledad retumban las rimas no convocadas
Subiré los poemas a la copa de una higuera
allí los golosos gorriones picotearan mis versos
dejándolos como un vaginal higo rojo, abiertos.
El caminante no sabrá si comerlos, si leerlos
o en el amor someterlos.
De los versos leídos, picoteados o sometidos
haré libro, fruto o un rincón de mi destino.
Adolfo Lisabesky
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