Descanso en una hierba fina
que sólo en mis sueños habita.
El sol calienta mi alma
el mismo que no entra en mi casa.
Me cuelgo en la luna
pero con poca fortuna.
En el ruido de la vida
oigo ecos del silencio.
Doscientos sacerdotes ofician
misas del desencanto todos los días
Miles de ángeles caídos
pescan en los ríos revueltos del pecado
Los hijos de la alegría
se cobijan en los tristes días de la nostalgia
Y yo aquí, retirado
en unos versos que se resisten a rimar
en un poema que nació para ser carta
en unas horas incapaces de regalar
unos segundos.
Adolfo Lisabesky
Afortunados los que podemos disfrutar de ese escape, tan necesario en la vida, que tú lo llenas de poesía. Un abrazo tocayo.
ResponderEliminarUn Abrazo tocayo
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