jueves, 6 de febrero de 2014

Ella

No le gustaba saber de sus ojos,
ojos tristes, azules ojos tristes.
Sin embargo su risa brotaba caudalosa,
era algo que no entendía
y aun hoy tampoco entiendo.

Un azul de un mar solitario,
sin costa, sin gaviota, sin isla,
Su mirada testigo mudo, diría
cómplice, del viento en el naufragio.

Caminaba y sentía a saltos,
me gustaba verla caminar y sentir.
Por eso la esperaba los días de lluvia,
por eso caminamos tanto esos años.

Era ella el mismo mar mediterráneo
en las noches de luna, días de fiesta,
esos instantes fugaces, momentáneos,
en los que sus ojos olvidaban su tristeza.

Adolfo Lisabesky (De la serie Pronombres demasiado personales)


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