miércoles, 5 de febrero de 2014

Él

Llegó con un libro entre sus manos.
Al abrirlo, resultó pura poesía.
Cuando lo veo llorar, lloro
cuando lo veo crecer, me crezco.
A veces me acerco a su cama
temiendo por sus sueños.
Pero él duerme...y sonríe.
Entonces me descubro tranquilo,
y escribo versos, mientras espero leerlo.

Tiene tantas cosas que decir
que no calla, que el día le aprieta
que los segundos le atosigan.
Tendrá que aprender a ser feliz
a darle importancia a las pequeñas cosas
y a quitársela a las grandes tragedias.
Pero él duerme...y sonríe.
No seré quien le dicte sus versos,
antes empezará a leer su alma.

Por entonces ya no será
un lienzo en blanco,
sino un esbozo impresionado
donde vidas y palabras crecerán

Adolfo Lisabesky. De la serie Pronombres demasiado personales 




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