Tú
que arrancaste en Suresnes
del viejo y caduco obrero
su yunque, su hoz, su martillo,
que agonizaba por otro en ciernes.
Que supiste ver la luz de la NATO,
mientras otros andaban ciegos,
como sandías en campos sin riego,
rojos y verdes, gritaban sin recato.
Ahora que sufres la soledad del joyero
que tus enanos bonsais, crecieron.
Quiero gritar tu grandeza al mundo
entero.
Barrionuevo descansa, descansa.
Vera descansa, descansa,
descansa también tú, si puedes.
Adolfo Lisabesky
Adolfo Lisabesky
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