¿Aun suena Pal?
Tras el ruido de coches,
las alarmas, su grito mudo.
Es ese grito inmundo
que tus huesos oyen,
se respira, pero no se escucha.
Burlada la seguridad,
tienes en casa tu destino
desde el cuadro te mira,
el desgarro, el abismo,
la muerte empujando la vida.
Aquí la locura, aquí el Sr Enger.
Y ahora que sabes
que ese grito no tiene precio,
que tus manos son incapaces
de soslayar, poner remedio
a ese ruido irritante, de la clase
que solo perros y sordos oyen.
¿Qué harás Pal?
Toma una tranquila habitación
de un hotel tranquilo.
Rodealo de mordaza, tila y manzanilla
y abandónalo a su mala suerte.
Sino quieres perecer
o gritar con él a dúo.
Adolfo Lisabesky
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