No nací bajo un álamo generoso
ni ninguna estrella presagió mi
llegada.
Sólo el mar, reflejó caprichoso,
los montes bajos de mi camada.
No es mi tierra fruto dorado
de amaneceres soñados,
sino humildes pastos,
amparados por viejos astros.
No es nuestra luz, armonía
vida y dulzura. Es nuestro fuego
rito y símbolo, donde el labriego
ilumina las noches y los días.
Tal vez encontrar en el Quijote
un lugar común donde reconocernos.
Tal vez encontrar en Sancho
ministerio justo donde gobernarnos.
Sí es mi tierra, hermoso habitáculo
donde soñar los paisajes de mis vidas,
donde encontrar sueños perdidos
en el mar, barco, amante, amiga.
Sí es mi tierra, el lugar
de la sonrisa de mi madre,
el abrazo del amigo,
el amparo de mi padre.
Sí es donde, por cierto,
cubierto por el mar de tus ojos,
encontré mi puerto
mi lugar, mi destino.
Y aunque no es España,
el paraíso prometido,
sí es el lugar donde de la nada
mi hijo ha nacido.
Adolfo Lisabesky
Adolfo Lisabesky
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