a los que me leen por pena,
a los que me leen y les doy pena,
a los que les provoqué una pena,
a los que les provoco pena,
a los que provocaré pena.
Arrodillado pido perdón sincero.
¡Qué pena provocar dolor!
¡Qué pena convocar el odio!
¡Qué pena hacer de la poesía tormento!
¡Qué pena cantar tan mal a las flores!
¡Qué pena! ¡Qué pena! ¡Qué pena!
¿Cómo se infla un poema?
Hay que soplar hasta quedarse sin alma,
hasta que asfixiado caigas redondo al suelo.
Entonces soltarlo y verlo volar
como vuelan esos globos aerostáticos
por encima de valles y ciudades.
Pero puede ser que en el último fuelle
explote en la misma cara del poeta imprudente.
Tal vez un verso mal puesto,
tal vez el asma,
tal vez.
Adolfo Lisabesky
Escribir y pedir perdón, el poeta debe estar preparado para esa consecuencia siempre.
ResponderEliminarUn saludo, Ángel.
Sí, sobre todo pedir perdón a uno mismo por los poemas no escritos. Un abrazo Rafael
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