miércoles, 5 de marzo de 2014

Poesía y pena

Pido perdón a los damnificados,
a los que me leen por pena,
a los que me leen y les doy pena,
a los que les provoqué una pena,
a los que les provoco  pena,
a los que provocaré pena.
Arrodillado pido perdón sincero.

¡Qué pena provocar dolor!
¡Qué pena convocar el odio!
¡Qué pena hacer de la poesía tormento!
¡Qué pena cantar tan mal a las flores!

¡Qué pena! ¡Qué pena! ¡Qué pena!

¿Cómo se infla un poema?
Hay que soplar hasta quedarse sin alma,
hasta que asfixiado caigas redondo al suelo.
Entonces soltarlo y verlo volar
como vuelan esos globos aerostáticos
por encima de valles y ciudades.

Pero puede ser que en el último fuelle
explote en la misma cara del poeta imprudente.
Tal vez un verso mal puesto,
tal vez el asma,
tal vez.

Adolfo Lisabesky






2 comentarios:

  1. Escribir y pedir perdón, el poeta debe estar preparado para esa consecuencia siempre.

    Un saludo, Ángel.

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    Respuestas
    1. Sí, sobre todo pedir perdón a uno mismo por los poemas no escritos. Un abrazo Rafael

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