El director de mi cárcel
era un hombre descuidado.
No era su cárcel modelo
ni él, un director adecuado.
Entre los porosos muros
se colaba de poco en poco, la vida.
Sabíamos que, aunque él lo sabía.
no hacía los muros más rudos.
Por sus infantiles descuidos,
viajé de un golpe a la luna,
regresé con barrotes en la nuca,
las venas irritadas, los brazos heridos
Pero D. Jaime se jubiló,
miraba los diminutos ventanucos,
donde manos y pies cuelgan desnudos,
“Qué os aguante otro” susurró
El Patio cruzó
los pasillos recorrió
y las puertas, cerró.
Nos mandaron un nuevo director,
Nos mandaron un nuevo director,
Doctorado en el arte de la seguridad,
especialista en disciplina y realidad,
torpe en sueños, juegos y calor.
Ya nadie escapa
ya nada se cuela.
Tenemos el alma vacía
tenemos el vacío, en la cárcel.
Tenemos el alma vacía
tenemos el vacío, en la cárcel.
No son suficientes los bis a bis,
ni los nidos vacíos del jardín.
No nos consuela ni la puta
ni el amigo, ni el capellán.
Ahora desde la azotea
quemado nuestro módulo,
atados los rectos funcionarios,
recordamos los días
de los torpes directores.
Adolfo Lisabesky
Creía que al final pondría "José María del Nido" como autor.
ResponderEliminarUn saludo, Ángel.
Jeje...Muy buena idea, que envidio no haberla tenido. Pero la carcel me sirve como una propuesta clara ejemplo de otras. Por degracia el modelo carcelario es eternamente repetido a modo de solución, en este sistema que demasiado tiene de penitenciario.
EliminarUn abrazo Rafael