miércoles, 29 de abril de 2015

Dosis, antidosis y Poesía

La poesía no da de comer,
incluso a veces quitas las ganas de comer.
El otro día un verso endecasílabo
se me indigestó, la rima o su ausencia
mezcladas con la pomposa nadería,
hicieron bola, y nada, que no rodaba.

Tomé uno de esos sobres digestivos
con nombre espiritual y cuerpo blanco(*),
disolvió el verso, me recompuso el cuerpo.
Desde entonces tomo la poesía con mesura,
un soneto a la semana,
un pareado al día,
y cuando la sed y el mono de poesía
acechan, echo mano de un verso suelto:

"Caerán una por una, letras y vida, en tu poesía"

Se puede vivir sin hacer poesía,
engordar, incluso mirar el atardecer sobre el mar,
se puede hacer, sin resaltar los blancos
sobre los azules mas intensos,
mirar las sombras, en los claros, las gaviotas
                                      picoteando las nubes,
o ese gesto tuyo, dando por finalizado el día.

Y cuando tanta realidad asfixie, el verso suelto,
como píldora salvadora:

"Déjame decirte niña, lo que tanto hemos callado"

Pero bueno, eso es harina
pan y centeno de otra poesía.

 Adolfo Lisabesky

(*) Almax de laboratorios Almirall




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