A votar, a votar,
todos a votar,
para que todo siga igual.
Para que el jornal,
sepa a rico manjar,
todos a votar.
Para que en las plazas
os dejéis de quejar,
a votar, a votar.
Nadie en la puerta debe estar,
entrar a votar,
remolones ¡A votar!
Y en el quicio de una Democracia rota,
se arremolian los descreídos,
su voto es un voto arrugado,
que se resisten a echar,
sobre una urna ajada de promesas incumplidas.
Todo pasa por el ojo de la aguja
donde los ricos y los camellos,(*)
entran en el cielo, agitando nuestro voto
a cambio de alfombras rojas,
a cambio de cuentas en suiza,
a cambio de lo posible por lo imposible.
Y mientras voto, sonrío, saludo, me estiro,
caigo redondo sobre la cama
donde descansan los sueños aplazados.
Adolfo Lisabesky
(*) Marcos 10, 25
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