Un toro negro mal encarado
anda buscando mi trasero.
siento su turbio anhelo ,
el helor frio de su rostro,
los pasos dados tras los míos.
Pero cuando sus ansiosas astas
tratan de alcanzarme
detengo mis días,
los minutos desaparecen,
el toro, hermano del de guisando,
medio piedra,
medio sueño,
media vida,
se esfuma con el humo de sus
resoplidos.
Y respiro, tras mis jadeos,
la sonrisa idiota del que piensa,
que ha sobrevivido a San Fermín.
Adolfo Lisabesky
Adolfo Lisabesky
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