Solía explicarte mis heridas,
queríamos cambiar el mundo.
Dioses, hombres y mentiras,
teníamos entonces el mismo rumbo.
Solían molestarte mis locuras,
quería ser único entre tus amigos.
Temblaba y sonreía ¿Lo dudas?
terminamos los dos perdidos.
El mundo cambió a nuestro pesar,
aunque siguen las mismas mentiras,
nos quedó mucho por besar.
Te encontré, me encontré,
mis temblores desaparecieron,
desde un rincón apartado te miré.
Adolfo Lisabesky
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