Poco antes de que los domingos fueran amargos, me gustaba
esperarte bajo la lluvia, y luego reprochártelo. Lo nuestro duró tan
poco, que el beso que nos dimos calló en espiral sobre mi pasado hasta
el presente de mis sueños.
En todos mis despertares me oigo diciéndome, lo que tal vez no te
dije entonces, pero tú estás demasiado lejos para oír mis susurros, nos
separan veinte años y un día.
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