martes, 29 de noviembre de 2011

Hablé de límites a un caballo (III)

Hoy me dijeron que eres culpable.
Culpable de esos picores insistentes,
de los bultos molestos y resistentes
que hacen de las prefabricadas inhabitables.
No conocen tus inquietudes matemáticas,
tus preferencias por las enseñanzas amables,
por la hierba fresca, por los alumnos leales.
Recuerdan a tus compañeros de viaje
a los que das cobijo sin ambages
a esas pulgas numerosas como los reales.
Te atarán a una estaca, le pondrán
alta cerca a tus trotadas. Multarán
a tu dueño por los olvidos. Dictaminarán
por decreto tus galopadas. Aumentarán
la aulas prefabricadas. Y decidirán
poner fin a tus clases de bachillerato.

Y aunque no tenías como Pegaso alas,
tu color no era como el de Disney, blanca,
tus gestos no eran de yegua brava,
en tu cara no estaba Europa dibujada.
Sin embargo te echaremos en falta,
cuando la clase sea una clase y basta,
cuando no despertemos de lo plasta.
Te recordaremos yegua exacta.


Adolfo Lisabesky

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