domingo, 27 de noviembre de 2011

Hablé de Continuidad a un caballo (II)

He visto jamelgos sumar con la doma,
reconocer los números con el látigo.
Pero esta yegua libre por la loma,
para su trote, descansa y se asoma.
Volvió de algún severo castigo,
el aula fue de nuevo su refugio.
¿Será la serenidad de las matemáticas?
¿Las aulas prefabricadas, plásticas?
¿La fresca hierba de la mañana, estática?
¿La tranquila paciencia, elástica?
Hoy tocaba continuidad, lo reconoció
y fugazmente escuchó, no saltó.
Sus elegantes pisadas fueron ejemplo
de la continuidad en su propio verbo.
Fue discreta en su entrada
y ya saciada en su retirada.


Pero entra en clase estimada dama,
deja el umbral de la mañana
toma asiento, yegua recatada
¿Te añado a la lista, yegua osada?
No tomaremos asiento en tu espalda.
No te vayas de esta clase destartalada.
Relincha, hazte oír ...¿la función dada
es continua, discontinua o encantada?


Adolfo Lisabesky

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