Pasó el viento del norte,
quiso llevarme a las montañas,
pero mis palabras pesaban demasiado.
Al poco tiempo, un viento africano
intentó arrancar de mi una impostura,
pero es mi vida una maroma deshilachada.
El viendo del este y del oeste,
clamaban,
pero no entendía nada,
solo un crujir de corazones secretos.
Aquí me quedé, mirando el mar de poniente,
declamando con voz engolada,
los versos que nunca debí escribir.
Adolfo Lisabesky
Dicen los expertos que es conveniente escribir para conocerse. Las fotos nos revelan cicatrices con las que no contamos. Un megáfono nos ayuda a mejorar nuestra dicción. Escribir y releerse nos ayuda a alejar determinados fantasmas.
Qué bien estaría un regreso por todo lo alto del viento del norte.
ResponderEliminarUn saludo, Ángel.
Y salir del horno donde están metidos todos los vientos derl sur? Un abrazo
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