Crece el cielo hasta pisar la tierra,
el mar hasta dar con su sangre en la arena,
los hombres que estiran su sed
en los oasis de todos los burdeles.
Pero mis versos no salen del cuarteto
acosada el alma entre cuatro versos,
¡Cuatro versos! ahí vive mi sed.
De la ciudad solo conozco sus miradas,
la de la niña que camina y juega,
la del joven que sentado en una terraza
sueña con todas las mujeres del planeta,
la del viejo que escupe la vida
a sentencias.
Me gusta mirar los ojos de la ciudad,
escuchar sus sonidos,
como titulares de un noticiero sin redactor.
Los árboles de mi ciudad
son testigos mudos de estas miradas,
es su sombra su anzuelo,
allí en los días
de la vociferante
luz de Almería,
los arboles esperan astutos,
la llegada del niño, del joven, del viejo.
Por eso nuestro alcalde,
quiere poner punto y final a la chismosa
arboleda.
Adolfo Lisabesky
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