Se cree el tallo ajeno a la luz,
no conoce la flor el camino del agua,
los gritos de las raíces son gritos ciegos.
O eso, al menos, cuenta la leyenda
que escuché a un bicho bola.
Yo que no soy jardinero,
pero paso horas muertas
mirando el jardín silvestre del vecino,
se algo que el bicho bola ignoraba.
Sé que las ramas del árbol
se doblan para rozar un instante
la solitaria flor del abedul.
También sé que los tubérculos
no nacieron ciegos,
y que un día vieron un amanecer.
Que el mar tiene nostalgia
de los pétalos abandonados
a los pies de la aurora.
Se lo he susurrado al bicho bola
pero el trajín de sus pesquisas
le impide escuchar a los locos.
Adolfo Lisabesky (En el mundo de los cuerdos, el bufón es el rey)
Dicen los expertos que es conveniente escribir para conocerse. Las fotos nos revelan cicatrices con las que no contamos. Un megáfono nos ayuda a mejorar nuestra dicción. Escribir y releerse nos ayuda a alejar determinados fantasmas.
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"Sé que las ramas del árbol
ResponderEliminarse doblan para rozar un instante
la solitaria flor del abedul.
También sé que los tubérculos
no nacieron ciegos,
y que un día vieron un amanecer.
Que el mar tiene nostalgia
de los pétalos abandonados
a los pies de la aurora."