El color de una sonrisa
en medio de los grises resaltos
en las ciudades.
La mirada perdida en una ventana,
una postal escrita pero no enviada,
una carta que se abre cada cuatro años.
El beso que con sabor a tabaco
dimos en un portal deshabitado
y que pronto quedó huérfano y
desahuciado.
El olor de las tartas
olvidadas en la patria
de la infancia.
Las carreras por los pasillos
en busca de sorpresas en los bolsillos.
El bautismo de la Muerte en mi vida.
Los jardines mal recortados,
expuesto a la tortura de unos niños.
La reincidente insistencia en la vida
la risa, el camino, el cielo y el mar.
Los domingos olvidando iglesias,
los lunes olvidando los colegios,
los sábados huyendo de los estadios.
Un televisor que no se ve,
una radio que no se oye
y unos periódicos
donde envolvía mi desayuno.
Son detalles, detalles que incrustados
en el alma
forman los cuerpos, aranceles de la
propia vida
Adolfo Lisabesky
Adolfo Lisabesky
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