A pesar de las flores
que en el jardín lloran y ruedan,
de los besos que se amagan
y no se dan,
del inútil comercio
que en un mercado en silencio
se desploma a los pies de los pescaderos.
A pesar de nada,
se compran las rosas
que se marchitan en un amanecer postrero,
se venden los besos
que glosan unos ingenuos versos,
gritan los puestos
en coro, dispuestos:
¡Fresco, fresco,
que el pescado está fresco!
Será lo único fresco
en los días de caldo recalentado.
Adolfo Lisabesky
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