Veo mi orilla pasar a la otra orilla
solo, totalmente solo,
a este lado del río
donde las piedras me hacen compañía.
Oigo a las aves
comprometerse con las nubes
y estas ensimismadas no llueven,
millares de agricultores
claman el ocaso del amor
en tumultuosa rebeldía.
Huelo a los suicidas
buscar una muerte hermosa
en una carta manuscrita
se despiden del mar, de la madre
de la vida.
Toco con las yemas de mis manos
el viento,
desanimado, cadencioso,
no parece de Almería.
Adolfo Lisabesky
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