viernes, 23 de octubre de 2015

Un profesor

Ya sé algo de aquel
del que nadie quiere saber.

De aquel, del que protegen
los caballeros a las damas,
de aquel, que apostado en la sobriedad
llena de repulsión a los ebrios,

Sé que su casa es un barco,
que en cáritas le dieron cobijo,
que la miseria fue su amante,
y ahora que aun pudiendo
                     flirtear con la lujuria,
hace poemas a la pobreza.

Brillan  sus pupilas,
a pesar de las manchas de hollín
               de su camisa a cuadros,
de su pantalón a rayas
pasado de moda,
de su sombrero de cawboy,
comprado en un bazar oriental.

Los profesores tenemos la dignidad
a la altura de nuestro estomago,
y cuando vemos que uno
                         de los nuestros
moja sus dedos
en la sopa de una ropa vieja
hecha por los menesterosos
para los pobres de solemnidad,
nos llevamos las manos
a la cabeza,
            de profesores enojados.

Adolfo Lisabesky




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