Las golondrinas siempre vuelven,
a la oquedad del árbol,
donde sus rituales cantarinos
fraguaron una prole sobre el
nido.
Jazmines, madreselvas, plantas trepadoras,
Jazmines, madreselvas, plantas trepadoras,
que pertinaces sujetan muros, vallas
puertas, ventanucos y alcobas.
Regresan donde sus besos
fueron besos besados.
Sus abrazos, abrazados.
Nuestros oídos vuelven a los labios
que un día mecieron con cantos
sus
pesadillas.
No he conseguido enseñar nuestros
nombres a ninguna golondrina.
Ni el rocío ha cristalizado
sobre las hojas impares de los
jazmines.
Nuca fui mudo,
¿Absorto? Ta vez aquel día bajo la
lluvia,
Mis rodillas nacieron pegadas al suelo.
Eso sí, de Dioses lo he olvidado todo,
No sabes cuanto me costó.
Adolfo Lisabesky
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