Vendedores de nada
en las puertas de los supermercados,
en bermudas, con pendientes,
y una zapatillas horribles.
ojean la mercancía de los otros.
Los perros huyen de sus amos,
y la calle despierta del letargo
de la madrugada.
El mar aulla a los lejos,
y un capitan marino
vende el último lenguado de la mañana.
Las gaviotas no vuelan tan lejos,
el pan de alfacar,
hoy hizo huelga en el mercado,
una plaza arremolinada
en torno a un frutero
que canta las maravillas de sus papayas.
El hormiguero persiste,
a pesar de la abeja reina,
que ignora que existe,
ellos no vuelan, pero acumulan
migas de pan
en dura pugna con las palomas.
De vuelta a casa,
pienso que nada huele tan bien
como el bullicio contenido
de mi barrio.
Adolfo Lisabesky (casi Angelino)
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