Nada es lo mismo, todo ha cambiado.
Los paraísos soñados, las realidades,
los amigos, nuestras pequeñas
vanidades.
En cambio tus manos no han mudado.
Las promesas, la sal de la ensalada,
nuestras almas livianas, los armarios,
el mar en tus ojos, los diarios.
Pero tus manos siguen siendo tan
blancas.
Las mismas calles que entre sus ruidos
nos veían vivir, reír y pasear por la
urbe
hoy se esconden cansadas tras las nubes
Tus manos reflejo fiel de lo que
fuimos.
La sorpresa a la vuelta de la esquina,
los desiertos lejos de nuestras vidas
las esperanzas agolpadas nos
perseguían.
De todo aquello sólo tus manos y mi
herida.
¿Bastan tus manos frágiles
para soportar lo que no somos?
¿Serán tus dedos, cómplices sordos,
de esta loca y desastrosa vorágine?
Adolfo Lisabesky
Muy buenas la estructura y el sentido del poema.
ResponderEliminarUn saludo, Adolfo.
Gracias Rafa, buscaba un saliente donde agarrarme desde un precipicio.
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