Cuando los humildes hombres, cansados,
se hacen Dioses, abandonan sus cuerpos,
desprecian su sangre y olvidan sus
órganos.
Convertidos en fantasmas sin reparos,
deambulan escupiéndonos sus deseos.
Y ya no son hombres ni mujeres
sino fábricas de desamparo
aludes de nieve fría e inerte,
que ruedan muertas ladera abajo.
En un ataque de estúpida cordura
nos advierten de los mamíferos
esqueletos
nos previenen de la humana locura
y hacen de sus miedos los nuestros.
Los oigo prevenirnos de nuestros besos
maldecir los humanos abrazos
el roce cálido y fructífero de los
cuerpos
y el olor de la vida en nuestras manos.
A costa de su inmortalidad
perdieron la humana cordialidad
la mirada llorosa del hermano
a cambio la risa del tirano
Cuando los humildes hombres, cansados,
se hacen Dioses, abandonan sus cuerpos,
desprecian su sangre y olvidan sus
órganos.
Convertidos en fantasmas sin reparos,
deambulan escupiéndonos sus deseos.
Adolfo Lisabesky
No hay comentarios:
Publicar un comentario