Era septiembre de 1926. Unos 60 Km de Cartagena a Murcia, en la actualidad en menos de 40 minutos nos ponemos los de Cartagena en Murcia y viceversa. Por aquellos años, horas de viaje, caminos de tierra y pedregales.
Cinco aficionados , un sidecar y una corrida con rejones en la capital, con estos elementos se alimentó ese día el drama, que pudo dar al traste con mi propia existencia.
Malos augurios cuando decidieron que Pepe (al que llamaban el Loco) tomara los mandos del sidecar. Sidecar que ya había dado muestras de su peligro en otros accidentes. Como en el chiste de los cinco elefantes en un seat 600- ¿Como meterías cinco elefantes en un seat 600? Dos delante y tres detrás- Imagino que así se dispusieron los viajeros en el sidecar, dos en la moto y otros tres en el carro.
La ida, llena de ánimos contenidos e ilusiones por pasar en la capital una agradable tarde de toros. A falta de radio, El niño Graná daría con el cante exacto que amenizara el viaje. La vuelta la imagino llena de anécdotas sobre pases y poses, sobre murcianos y murcianas. Y el sol dejaba deshabitado el cielo, ni siquiera la luna era generosa y la iluminación de las carreteras inexistente. En ese paisaje oscuro, de reflexiones taurinas, les sorprende un carro en El albujón (pueblo que además de ser conocido por el bar que dio nombre al café por excelencia en Cartagena, el asiático es conocido por ese tramo que ha desolado a generaciones de cartageneros al dejar algún familiar en su cuneta)
El resultado dos muertos, el Selma y el niño Graná, privando a Cartagena y al mundo de sus cantes. Los demás, heridos física y mentalmente. Recuperados de las heridas, el sentimiento trágico de la muerte, encontró un significado mas allá de la plaza de toros y los acompañaría el resto de sus días.
A la memoria de:
Rogelio Selma, José Lázaro-"Pepe el Loco", Antonio Márquez- "El niño Graná", Ángel Fernández- "el de la Cueva", José Martínez Otón
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