Dejé caer mis manos
ya solo tengo muñones
aunque me estire
están cosidos mis
tejidos,
Tras los primeros disparos
busqué mi trinchera,
una húmeda y humilde
trinchera.
¿Habrán dejado de
disparar?
Tengo tanto por decir
que no encuentro las
palabras
quisiera callar
hasta contarlo todo.
Son mis errores, errores
perfectos
en cambio mis aciertos
tienen tantos matices
que ahora descubro que son
fallos.
Cada vez que visito una
playa
me fijo en la arena,
trato de contar los granos
y así paso momentos
inolvidables.
Cubro de tantos reproches
a mis amigos
que pronto dejarán de
serlo.
Entiendo tanto a mis
enemigos
que no querrán dejar de
serlo.
Es la muerte la solución
final
del que apuesta por la
vida.
Agotada todas las
opciones,
se acerca sigilosa,
seductora.
Tengo la chistera de los
versos
arrugada, torcida, sucia
metí la mano con
demasiada alegría
y su capacidad solo litro
y medio.
Ayer me soñé encima de
una gran torre
las nubes cerca y abajo...
no lo se, sin mis gafas
(sueño sin ellas)
solo retazos de absoluta
felicidad.
Y sigo rodando ladera
abajo,
noto los cantos sobre mi
costado.
Mi cabeza piensa en
espiral
caigo y recaigo, absurdo
final.
Adolfo Lisabesky
Comprendo el torrente que en Adolfo se genera ( me siento muy identificado), es tan absurdo todo a veces, que es mejor dejarse llevar, como hace Adolfo en su séptima adolfada.
ResponderEliminarPor mucho que nos opongamos, como peces a contracorriente, no dejamos de ser cantos rodados. Eso si, tocayo, eligiremos el Rio.
Eliminar