Los días pasan sin mejorar a los pasados,
hoy hombres nuevos pasaron por mi calle.
Los vi y me sumé a una procesión de parados,
estudiantes, trabajadores y extraños personajes.
Cuentan que al principio sujetaban rectos
dirigentes sindicales una pancarta que decía
"Nos dejan sin futuro", yo no la veía,
estaba atrás junto a números inciertos.
Un futuro incierto y un presente muerto,
por eso cuando los vi gritar, cantar, bailar,
bajé y reconocí la vida, me creí contagiar,
y bailé y grité en mitad de un fugaz desconcierto.
Mi grito no es potente, no llega a susurro.
Mi grito no es potente, no llega a susurro.
Pero unido a un millón de susurros
lo podrán oír, oír los cristales resquebrajarse,
como una fuente, un joven desangrarse.
¿A quien protegen las porras de los policías?
¡Que contundentes con los manifestantes!
¡Que dulces y suaves con los malos gobernantes!
Cobardes, ciegas, mal nacidas.
Hoy terminé el día algo
cansado, perdido, y no pagado.
Pero recién nacido, bien humorado,
y de algunas ilusiones contagiado.
Adolfo Lisabesky
Adolfo Lisabesky
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