El cuerpo retumba, acelerado el
corazón,
los sentidos abandonan sus cómodos
asientos,
mis pisadas no encuentran el suelo
y mi llanto cae dando un vuelco a la razón.
Los días me parecen segundos
y los segundos no los siento.
Naufrago en un océano profundo
de sal armada en el desierto.
Ayer, hermana vi tu traje enlutado
y se que un día será tu luto el mío,
¿Estaré por entonces preparado?
¿Qué será mi ser cuando no sea?
Guardiana de la última esquina,
déjame preparar tu postrera visita.
Adolfo Lisabesky
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