sábado, 27 de abril de 2013

Ana y la Pirámide

Era Ana ajena al devenir de la pirámide,
poco le importaban sus crisis y caminos.
Pero ya sea por curiosidad, el trámite
de conocer o por el terco destino,
acercó su vida a las aristas de la pirámide.

Requerida por Julián que tenia en su base
su historia, su casa, su vida,
Escuchaba como recto y claro, decía:
“Es la pirámide un cuadrado, es su clase.
Por tanto necesitamos ángulos rectos,
y cuatro paredes hermanas e iguales”

Escuchó entonces un grito desgarrado,
de las cuatro hermanas, de las caras laterales:
“¡ No Ana, necesitamos tres paredes, iguales
sólo dos y el otro lado desarraigado,
de los ángulos que formen ciento ochenta grados!”

¿Qué necesitaba la pirámide? Ana pensaba.
¿Era un triángulo?¿Era un cuadrado?.
¿Podría vivir la base cuadrada
sin los triángulos en sus lados?
¿Podrían los triángulos soportarse
sin el cuadrado en su base?

Ana le dijo al cuadrado:
"Tienes que ver por los ojos del triángulo".
Y le dijo a las hermanas:
"Tenéis que ver por los ojos del cuadrado".
Aunque a solas Ana meditó:
¿Podrá el cuadrado ver el alma del triangulo?
¿Podrán los triángulos llorar
por los ojos del cuadrado?

Adolfo Lisabesky





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