domingo, 10 de noviembre de 2013

Al-Juarizmi

De Bagdad el mas sabio,
visitaban eruditos,
bebían de sus labios
el agua de los ríos.

Él buscaba las estrellas,
maldecía las nubes,
maldecía las reglas
de los días azules.

¡Al-Juarizmi, Regresa!
Le gritaban sus discípulos.
Sólo el fulgor de la estrella,
los números parecían ridículos.

Atrapado en un harem estelar
rompía los relojes de arena
que restaban del día, la noche
en una insufrible espera.

Adelantó día a día su visita,
minuto a minuto robó
del día segundos de su vida.
Y al fin, la mañana huyó.

La poesía le pareció poco
para tan grandes amadas
un lenguaje nuevo,
números y letras derramadas.

Murió ciego Al-Juarizmi
por el sol de la mañana,
navega su alma enamorada,
flota junto a estrellas enlutadas

Adolfo Lisabesky



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