Cuando mis ojeras ocupen
todo mi rostro,
cuando de mí sólo quede
mi alma,
quiero ser poeta,
quiero hacer poesía.
Porque mientras los
gusanos no apuren mis huesos
mientras vivan ufanos mis
órganos,
hablará por mí, mi
orgullo,
rimará en mí, mis
temores.
Así que cuando yo me
muera
quiero ser poeta.
Compraré una libreta
en la mejor imprenta
como hacían los usureros
para contar sus dineros.
En ella haré una lista de
hombres buenos
y otra, en negrita, de
hombres malos.
Llamaré uno por uno a mi
despacho,
por entonces me haré uno
en el entresuelo.
Allí a solas mi invitado,
yo y mi rencor,
daremos vueltas por mis
listas
les contaré las maldades
de los hombres malos
les contaré las bondades
de los hombres buenos.
Mis sentencias serán
inapelables,
mi olvido una quimera,
mi reino cielo y tierra
mis apellidos insaciables
y la tinta de mi libreta,
indeleble.
Cuando yo me muera
quiero ser poeta.
Cuando yo me muera
quiero ser poeta.
Adolfo Lisabesky
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