Huyo, dejo crecer los
maizales.
Huyo, abandono plazas y
mercados.
Huyo, ¡Qué pequeños los
cercados!
Huyo, no veo ni a hombres
ni animales.
Y mientras huyo, recuerdo
cuando fui valiente,
y me deshago en elogios y
me agiganto.
Ahora todo es miseria y
espanto,
porque huyo y no miro al
sol desafiante.
Crecerán en mi alma
asideros
donde coger a mi cuerpo
errante,
Cruzaré desiertos,
ciudades y esteros.
En un instante retornará
el sentido,
y al mirar las estrellas
seré de nuevo
miseria y oro, rata y
hombre devenido.
Adolfo Lisabesky
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