Dime la verdad.
¿se merecen mis versos
el calor que tú les das?
Mis migas de pan
que esparzo por los caminos
para no olvidar lo que fuimos
¿Merecen el amor que tú les das?
Mis versos cubiertos de necedad,
doblemente errantes, por errar, por error,
escondidos de la omnipresente realidad,
a lomos de mulas cojas llenas de temor
¿crees que merecen el tiempo que les das?
Ahora que sé oírme en ti, a la par
que leo en tus ojos peligro y espanto,
dime que mi mar, mi alma y mi voz,
no son el eco de grillos que cantan sin parar
Dima la verdad.
¿Encuentras en mis versos
un rincon por habitar?
Adolfo Lisabesky
Dicen los expertos que es conveniente escribir para conocerse. Las fotos nos revelan cicatrices con las que no contamos. Un megáfono nos ayuda a mejorar nuestra dicción. Escribir y releerse nos ayuda a alejar determinados fantasmas.
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jueves, 30 de enero de 2014
miércoles, 29 de enero de 2014
Migas de pan
Migas, migas de pan, humildes migas de
pan.
De una Hogaza dormida que a la caricia
suave
despertara y al despertarse un leve
quejío.
Así son mis versos, humildes migas de
pan.
No uso brújula, ni miro al norte,
de las estrellas sólo asombro y color,
Enmudecí el navegador de mi coche,
mis sentidos en la Alhambra, en su
mirador.
Las lanzo a los caminos
para olvidar el camino de regreso.
Con suerte, serán pasto
de los animales del bosque.
Adolfo Lisabesky
domingo, 26 de enero de 2014
Mis secretos
De madrugada cuando el sol se escapaba
por los senos misteriosos de las
montañas,
subí en una encina y descubrí donde
el sol
se esconde de la noche sin aparente
razón.
Al alba, temerosas las estrellas,
olvidan al cielo.
Recompuse mi estrafalaria escafandra de
eternauta,
recorrí las galaxias que las separan
del miedo
las reconocí dormidas, las vecinas
nocturnas.
Pero eres tú mi mejor baza.
Esperé a que soñaras y me colé en tu
sueño.
Lo hice por los caminos que tú ya
olvidaste.
Altas chimeneas donde calentarnos en
invierno.
Ahora que tengo al sol, a las estrellas y a
tus sueños,
no quiero recompensas, ni vender mis
secretos
lo que yo quiero es esconderlos bajo
una losa
lo que yo quiero es no salir de tus
sueños.
Adolfo Lisabesky
jueves, 16 de enero de 2014
¿Poeta?
Caigo ladera abajo,
golpeándome en todas las partes
sensibles de mi cuerpo,
si en mi cuerpo aún quedan partes
sensibles.
Caigo de la cima de los poetas,
a la oscura sima de la vida.
En mi caída los veo más pequeños, más
pequeños...
A León Felipe lo tapa mi orgullo.
De Lizano sólo veo su barba, ya
lejana.
A Federico lo emborrona mi tristeza,
En una última mirada,
de Cohen oigo una balada.
De repente estallido y suelo,
y los versos derramados parecieran
cáscaras de vida desatada en un bar de
carretera.
En un intento, último intento de
recomponer la poesía,
a gatas por el suelo, me abro paso en un
bosque
de pies, poemas rotos, amasijo de
impúdica inexistencia.
Arrojo los restos al cubo de la
literatura no hecha,
sacudo de mi ropa pelusas métricas,
sílabas,
rimas, estúpidas preocupaciones del
poeta.
Ahora la vida que no el alma,
ahora la voz que no la rima,
el patio, la vecina, el bar de la
esquina.
Con cuidado pegaré en un libro en
blanco
las fotos de esta vida prenacida.
En los días grises de grito y tormenta
ojearé los momentos que me creí en la
cima.
Adolfo Lisabesky
miércoles, 15 de enero de 2014
Cuentos para después de un almuerzo I
Lo encontró al borde del Acantilado
empeñado estaba en arrojarse al vacío,
pero apareció su mano y la madrugada,
Aún caen en el abismo de la vida
misma.
No encontró el sueño, enredado en
sueños,
habitaba un bosque de duendes y reyes
magos,
las realidades, amenazantes sombras de
futuro,
y la mañana, fiesta de ilusiones
pasajeras.
Habitaba la cueva un dragón
soñoliento,
él, orgulloso, fullero, estúpido
pendenciero.
Un Dragón derrotado y un impúdico
caballero.
Desterrado el dragón, ascendido el
caballero.
De los tres hermanos sólo ella cazaba
estrellas,
en su hatillo una enana roja y una
estrella subenana.
Curiosos desdoblaron el hatillo de su
hermana,
escaparon las estrellas y se la
llevaron con ellas.
Érase una tierra muy lejana, tan lejana
que aun no ha devuelto este cuento,
camina por las tierras castellanas,
navega los mares, hoy sopló el viento.
Eran sus besos hurtados a la luz del
recreo.
Precoz, reconoció en ella el despertar.
Notó en sus labios un timbre secreto,
el mismo que puso fin al amor del
recreo.
Pensad en las estepas de Mongolia,
en los Mares del Sur, los bosques del
este,
las brillantes nevadas del norte,
y ahora tristes volver a este triste
cuarteto.
Le ofreció el viejo brujo una manzana,
de un solo mordisco dio con su
corazón.
Una princesa, animada por las enanas,
bajó del caballo, lo miró, lo tocó y
lo besó.
Adolfo Lisabesky
jueves, 9 de enero de 2014
Sonetos para un Estado Social, Democrático y de Derecho II
Dice el texto constitucional, en su
articulo 27, sección primera punto quinto:
“Los poderes públicos garantizan el
derecho de todos a la educación, mediante una programación general
de la enseñanza, con participación efectiva de todos los sectores
afectados y la creación de centros docentes. “
Sonetos para un Estado Social, Democrático y de Derecho
¿Se puede llegar a acuerdos
¿Se puede llegar a acuerdos
mirándose al ombligo?
¿Pueden los hombres tercos
decir que el sol es frio?
Sí que se puede, yo lo he visto.
Programar futuro de todos
reunidos, sentenciados por unos pocos.
Ocurrió en tu país que es el mío.
¿Cuánto dura la necedad del necio?
¿Tanto cómo el agua de la charca?
¿O cómo la trinidad y su misterio?
Mientras, los demás esperamos,
“Españolito que vienes al mundo...”
En verde, recordamos a Machado,
Adolfo Lisabesky
Para la discusión del mismo nombre en el grupo de Poesía social de la red poética soypoeta.com
Sonetos para un Estado Social y de Derecho
Sonetos para un Estado Social y de Derecho
lunes, 6 de enero de 2014
El tiempo
Me moriré un día de cielo negro y
tormenta.
Por entonces el vértigo será mi
amigo,
habré comprendido el sinsentido del
abismo,
mis días, puras miserias de una vida
eterna.
Lo habré olvidado todo, el mar
reflejo perfecto de vidas no vividas,
la tierra, guardará las huellas de
pisadas
por caminos en donde nunca anduve.
En un último recuerdo, lloraré
frustrado.
Maldeciré a los vivos que verán la
mañana,
miraré con envidia al niño, recién
nacido.
Y caeré, olvidando y olvidado, al
vacío.
Me moriré un día de cielo negro y
tormenta.
Desde mi ventana me alcanza el sol y su
luz.
Hoy pospondré mi llanto, tal vez
mañana.
Adolfo Lisabesky
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